Breve historia de la Acromegalia

A lo largo de la historia, las enfermedades que alteran el aspecto físico han despertado curiosidad en los humanos, y más aún, aquellas relacionadas con la talla y el crecimiento. El Gigantismo y la Acromegalia no sólo han fascinado a las personas en general, sino también a los médicos. La historia de la Acromegalia es un tanto paralela a la historia de la Endocrinología. 

Si nos remontamos a miles de años atrás, la evidencia más temprana de Acromegalia, aunque con pobre veracidad, es la historia bíblica del gigante Goliat, que medía un equivalente a 2,74 metros. 


En el legado egipcio, retratos en piedra del Faraón Akenatón (1372-1336 a. C.) perteneciente a la 18º dinastía, muestran rasgos típicos de Acromegalia. En tiempos romanos, en las monedas de la época se destacaba el rostro de otro gigante que se destacó por su altura extraordinaria (2.6 m) y su asombrosa fuerza; el Emperador Cayo Julio Vero Maximino (217-238 d. C.), conocido como Maximino “El Tracio” de aspecto aterrador y tamaño colosal según decían las crónicas. 


La descripción inicial más confiable de Acro/Gigantismo, fue hecha en 1567 por el holandés Johannes Wier, médico y escritor, que se destacó por su trabajo en la lucha contra la persecución de los enfermos mentales. El describió una mujer que a los 14 años comenzó con amenorrea y un crecimiento exagerado, que con el tiempo le causó movimientos lentos y cambios faciales severos.

Entre fines del siglo XVIII y principios del XIX algunos gigantes se hicieron populares, tales como el irlandés Cornelius Magrath (1736-1760), que en su viaje a Europa fue pintado por el artista Pietro Longhi, cuadro llamado “IL Gigante Magrath” que hoy se expone en el Museo del Settecento en Venecia. Su esqueleto fue recuperado y se encuentra en exposición en el Departamento de Anatomía del Trinity College en Dublin. 


Charles Byrne (1761-1783) fue otro gigante irlandés conocido como el monstruo de Londres en la década de 1780, a su muerte el cirujano John Hunter compró su cadáver y exhibió su esqueleto en the Hunterian Museum at the Royal College of Surgeons. El aragonés Fermín Arrudi (1870-1913) viajó por distintos continentes y en uno de sus viajes a París, se casó ante una gran cobertura de la prensa, visitó escuelas de Medicina en Viena y Múnich, y tuvo una vida más larga que sus antecesores.


Paralelamente a la popularidad de algunos gigantes, los descubrimientos médicos no tardaron en aparecer. En Italia en 1864 y 1881, el neurólogo y psiquiatra Andrea Verga, y el médico Vincenzo Brigidi respectivamente, y más tarde, en 1884 los suizos Fritsche y Klebs asociaron los hallazgos clínicos de la Acromegalia con un tumor hipofisario en estudios de autopsias.

Fue entonces en 1886, cuando el neurólogo francés Pierre Marie, luego de describir dos mujeres con la enfermedad, acuñó el término “Acromegalia” y la reconoció como una entidad clínica no congénita, diferente de otras condiciones como el mixedema y la enfermedad de Paget. 

En 1891, el escocés Daniel Cunningham, luego de estudiar el esqueleto de Cornelius Magrath concluyó que la acromegalia y el gigantismo estaban relacionadas. Simultáneamente, otros médicos como Charles Dana, Woods Hutchinson, Édouard Brissaud y Henry Meige aseveraban lo mismo, Acromegalia y Gigantismo podían coexistir en la misma persona, ya que ambas condiciones compartían el mismo mecanismo patogénico, pero tenían diferentes edades de inicio, siendo el Gigantismo muy precoz en la vida, cuando el organismo tenía todavía un potencial de crecimiento.


La primera cirugía hipofisaria por vía transcraneal en un acromegálico se realizó en el Reino Unido en 1893, por Richard Caton y Frank Paul, pero resultó sin éxito y el paciente murió. En 1907, el austríaco Hermann Schloffer resecó por primera vez y exitosamente un tumor hipofisario por abordaje transnasal-transesfenoidal. Un año más tarde, el austríaco Julius Hochenegg llevó a cabo la primera operación transesfenoidal para Acromegalia.


Para 1970, luego del descubrimiento de que las vías dopaminérgicas controlaban la secreción de hormona de crecimiento y prolactina, los agonistas dopaminérgicos se introdujeron como terapia médica en la Acromegalia. Años después, en 1978 llegaría el descubrimiento por el endocrinólogo Wylie Vale, de un análogo corto de somatostatina, con la misma actividad biológica. El desarrollo de esa nueva molécula, llamada Octreotide por Wilfried Bauer, constituyó la base del tratamiento con los análogos de somatostatina. 

El avance a nivel molecular en la década de los 90, permitió el desarrollo de una nueva terapia, un antagonista pegilado del recetor de la hormona de crecimiento llamado Pegvisomant, que hoy usamos como monoterapia o en combinación con otras drogas para la Acromegalia refractaria
Finalmente, podemos decir que desde la caracterización de la Acromegalia han pasado 135 años, el trabajo de tantos investigadores y médicos pioneros nos ha dejado un enorme y valioso legado.

Fuente: Wouter W. de Herder. The History of Acromegaly. Neuroendocrinology 2016:103,7-17

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